Relato "El primer bolso", de Sara García de Pablo

Mary se llevó la mano al mentón indecisa. Le gustaban los dos bolsos. El de piel era más elegante, pero el floreado era más espacioso. Una decisión difícil sin duda. Lo quería para llevar el equipaje. Era su primer trabajo, tenía que dar buena impresión. «La primera impresión es muy importante.» Acostumbraba a repetirle su madre de niña, cuando le arreglaba esos rizos rebeldes que solían serpentear por su frente. Años más tarde en la academia de institutrices, se habían encargado de grabárselo a fuego: «No tendrás una segunda oportunidad de dar una primera impresión».

Casi se decidía por el sobrio bolso de cuero oscuro, pero la realidad es que necesitaba que tuviera buena capacidad. Iba a pasar grandes temporadas fuera de casa y solo podría llevarse lo que cupiera en el equipaje de mano. Sabía por su tiempo en la residencia para señoritas, que esos objetos harían que se sintiera más cómoda, casi como en casa y ayudarían en gran medida a soportar su añoranza. Quería rodearse de objetos prácticos pero bellos, para convertir su pequeño cuartito al lado de la habitación de los niños en un hogar. «Una niñera, viaja ligera» otro mantra repetido hasta la saciedad por sus maestras. Si se llevaba el bolso pequeño, cumpliría con las normas pues realmente no cabían muchas cosas en él. Otra razón más para decantarse por el soso.

Volvió a mirarlos todavía dudando. ¡En el floreado podría meter tantas cosas! Su ropa, un espejito, un perchero, una lámpara, su planta favorita…

-¿Necesita ayuda señorita?-- El solícito tendero la miraba sonriente desde el otro lado del mostrador.

–No, muchas gracias, ya casi me he decidido.

–¿Entonces cuál va a ser?

–Pues creo que el oscuro.

–¿Cree? ¿No está segura? Mire que es una elección para toda la vida.

–El marrón cumple con las normas. Y es más económico.-– Dijo intentando convencerse a sí misma.

–¡Ay las normas! ¿Dónde estaríamos si cumpliéramos todas las normas? Yo creo que le pega más el floreado. Hace juego con su sombrero.

Mary le echó una mirada evaluadora a su reflejo, que para variar le guiñó un ojo. En el espejo de cuerpo entero que estaba junto al mostrador aparecía una joven vestida de forma sobria pero elegante. Llevaba su nuevo uniforme recién estrenado, falda gris oscura hasta los tobillos, blusa blanca y una pequeña pajarita roja que le daba una nota de color al conjunto. Completaban su atuendo unos zapatos de medio tacón, un abrigo sencillo de paño negro que sostenía bajo el brazo y una bufanda rosada. En la cabeza lucía un sombrero negro, achatado y decorado con algunas flores silvestres, completamente contra las normas, pero, ¡no podría vivir sin ellas!

-¿Sabe qué? ¡Me llevo el floreado!

–¡Estupenda elección! ¿Quiere que se lo envuelva?

–No hace falta, me lo llevó así.

Salió a la calle acompañada del tintineo característico de la puerta. Como iba pensativa, no prestó atención a la mirada de desaprobación que le dirigió una de las instructoras de la academia que las había acompañado. Mary la ignoró, dirigiéndose resuelta hacia la tienda de paraguas, lo último que le quedaba en la lista. Había visto uno en el escaparate con forma de pájaro que parecía muy prometedor.

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