La gota que colma el vaso

Desarrollo personal

Lunes, siete de la mañana, suena el despertador…

Comienza una semana más, tomas una ducha caliente y preparas una tostada y un café con leche, mientras de fondo escuchas las noticias en la radio.


No sabes el porqué, pero no te sientes alegre, tienes que ir de nuevo a ese trabajo en el que no te sientes valorada, ni realizada… Pero “es lo que hay”.


Revisas el móvil, tienes tres llamadas de tu madre, todavía no habéis hablado desde la última discusión; y ni un solo mensaje de ese chico que conociste hace un mes y que pareció entregarte amor eterno al segundo día. Maravilloso.


Así que coges el coche y te encuentras con un atasco, “lo que faltaba”, murmuras; y por fin llegas a tu puesto de trabajo. 

Recitas el “buenos días” como si fuera el Ave María a cada compañero que ves, de forma automática y sin ganas. Y entonces aparece, tu jefe; esbozas una ligera sonrisa,  forzada y vuelves a entonar el “buenos días”.


Así un día y otro día, hasta que llega ese momento en el ya no puedes más, literalmente; tu cuerpo se siente cansado, no duermes, comienzas a tener ansiedad, incluso aumenta la frecuencia de tus resfriados, el cabello se cae… “Estás hecha un cuadro”, diría tu abuela.


Te invito a parar y a reflexionar sobre la siguiente pregunta: ¿Para qué te levantas?


Quizás te hayas dado cuenta de que es el momento de cambiar de trabajo, de casa, de acabar una relación que no va a ningún lado, de poner límites…


Sí, eres consciente; pero no consigues dar el paso; pues cada vez que intentas avanzar, pensamientos saboteadores y negativos inundan tu mente. Tranquila, sólo es tu cerebro ayudándote a sobrevivir, tiene miedo al cambio y quiere que permanezcas en tu zona de confort. 


A lo largo de nuestra vida hemos ido creciendo condicionados por muchas creencias, bien inculcadas desde la familia y la sociedad, bien adquiridas a través de nuestra experiencia; lo relevante llegados este punto es identificarlas y cuestionarnos, si esas creencias que nos han ayudado a llegar hasta donde estamos, nos están frenando en la actualidad; hasta el punto de vivir una vida que no queremos… Y debemos recordar que vida, sólo hay una.


El miedo sólo es una emoción desagradable, pero a la vez tan necesaria que si no fuera por él, no duraríamos ni “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks” como cantaba el maestro Sabina.


Imagina que vas a cruzar una calle y observas que viene un autobús, ¿cruzarías o esperarías a que pasara? Pues bien, ahí tienes la respuesta; el miedo también nos protege.


Sólo hay que aceptarlo, caminar con él de la mano; siendo plenamente conscientes de su existencia pero observándolo desde la compasión. Puedes incluso hablarle y decirle “sé que estas ahí y que me quieres ayudar, lo que ocurre es que ha llegado el momento de cambiar, vamos a conseguirlo juntos”.


Te contaré un secreto… Tras el miedo, quizás sientas que has entrado en una zona de pánico, pero continúa, sigue adelante; porque sólo un poquito más allá, se encuentra la zona de éxito, tu éxito.


Cundo salimos de la zona de confort, es probable que las emociones nos desborden, incluso que pivotemos de una a otra; miedo, seguridad, tristeza, alegría…


Por ello es importante, identificar de qué recursos disponemos, cuál es nuestro foco, nuestro objetivo; y no perderlo de vista, resumiendo…: 


Trabajar tu inteligencia emocional, eso de lo que en la escuela probablemente no te hablaron nunca y que últimamente se esta poniendo tan de moda en Instagram.


No seré yo quien juzgue tu proceso de cambio, porque si te sientes perdida, si no sabes por dónde comenzar o simplemente necesitas apoyo; puedes contar con la ayuda de un profesional de la psicología.


Haz que cada día cuente, es tu momento.


Patricia Pérez/ 23 de noviembre de 2021

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